miércoles, 21 de marzo de 2012

KANI WDS


Empezé en esto del graffiti en el año 2002, siendo un renacuajo, echándome tags por el barrio; pero no seria hasta el 2004-2005 cuando me puse un poco más en serio…
Mis primeros trenes fueron en Guadalajara, estación en la que he pintado muchos de los espejos que tengo. Llegaba a pintar en un mismo día mañana, tarde y noche hasta el punto en el que los juraos ya estaban hasta la polla de mí y pusieron precio a mi cabeza.
Pronto conocería a los primeros escritores madrileños  que venían a mi estación. Así empecé a descubrir lo que era la auténtica enfermedad por los trenes. Por aquel entonces no tenía coche y bajar a Madrid todos los días suponía ruina, ya que tenía que bajar en renfe y para volver debía esperar a los primeros trenes de la mañana que salían a las 6. Cada panel había que sufrirlo. Mas tarde, con el coche como medio de transporte, todo se hizo cómodo.
Cabe decir que en esto del graffiti siempre va a haber alguien por encima de ti, que pinte más, que esté más enfermo, que tenga mas experiencia… con lo cual es mejor ser un poco humilde e ir a tu bola sin que te preocupe lo que los demás hagan o dejen de hacer. Siempre queda mucho por hacer.
Me acuerdo de un marrón en mi estación. Estaba pintando un salto que duraba 20 minuntos. Esta vez pinte solo. Se suponía que un colega mío me estaba fichando pero claro, el chaval era un fumado y no me avisó de que se habían bajado dos ‘juraos’ de línea. Los juraos me vieron y empezaron a correr a muerte llegando a hasta mi lado. Tuve que hacerles unos cuantos recortes hasta que por fin conseguí llegar a un muro para saltarlo. De repente noté que un pie se me había enganchado… pero realmente eran las manos de uno de los juraos que me estaban agarrando la pierna. Al final conseguí soltarme y escapé. Al poco tiempo el lugar se llenó de maderos y juraos buscándome pero, una vez más, habían llegado demasiado tarde.
Otra muy divertida fue en Ámsterdam en una misión de metro. Todo parecía muy tranquilo. Nos descolgamos desde un puente al techo del metro, bajamos y empezamos a pintar. Nos extrañó que, al poco tiempo de empezar, cortaron la electricidad, pero como no venía nadie seguimos a nuestra bola tranquilamente. Hasta salimos de la cochera haciendo “takeos” y todo. De repente, de detrás de un túnel salieron 8 maderos o más rodeándonos como si fuéramos toros en una plaza. Otra vez tocó “recortar” y hacer unos cuantos zig-zag. Al final conseguí saltar una valla de pinchos y escapar, pero me corté la mano entera. No todos tuvieron tanta suerte como yo… (risas)
Siempre suelo compaginar el graffiti con una vida normal, ya que uno no puede ganarse la vida con esto a no ser que tengas patrocinio paternal, como bien dice mi amigo Drem en sus temas (risas). Hay que “Controlar el graffiti no que el graffiti te controle”. En en ciertos momentos ha sido al revés, pero siempre hay que intentar encontrar la proporción adecuada.
Nunca me imagino como sería mi vida sin el graffiti. Supongo que muy aburrida, monótona y sin adrenalina. No lo cambiaría por nada del mundo y aunque en ocasiones es fácil llegar a pensar que esto no trae nada más que ruinas (multas, juicios, noches en vela sin recompensa, etc, etc.) yo sigo y no me arrepiento.
Un saludo a toda mi gente de Guada y Madrid, ellos saben quienes son, no hace falta que de nombres.